El colonialismo ha sido sufrido por diversas sociedades y ejercido por
otras con mayor poderío económico y militar. La historia nos ilustra con
diversos casos: el del Imperio Romano ejercido durante siglos en parte
de Europa, Asia y África; el del Imperio Mongol del siglo XIII en el
Continente Asiático y Europa oriental o el de las coronas española y
portuguesa tras el “descubrimiento” de América.
Tras el breve dominio mundial de España en el siglo XVI y parte del
XVII, fueron los de Francia en el XVII y después Inglaterra en el XVIII
los reinos que incursionaron más exitosamente en territorios americanos y
se apropiaron de espacios continentales e insulares, para ceder el paso
a Estados Unidos, que comenzó su expansión a mediados del siglo XIX: al
arrebatar regiones a franceses e ingleses en Norteamérica, así como a
México más de la mitad de su territorio. Desde la década de 1940 se ha
planteado que el colonialismo debe abolirse. La Organización de las
Naciones Unidas (ONU) condenó el estatus colonial y en 1960 emitió en su
resolución 1514 la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a
los Países y Pueblos Coloniales: “que todos los pueblos tienen un
derecho inalienable a la libertad absoluta, al ejercicio de su soberanía
y a la integridad de su territorio nacional”, y establece que “todo
intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y
la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos
y principios de la carta de las Naciones Unidas”.
Desde entonces, con una reestructuración de la política mundial, más
de 80 colonias se independizaron y algunas han vuelto a ser parte de la
nación a la que pertenecían antes de su ocupación, pero aún existen
territorios no autónomos, por lo que el proceso de descolonización no es
completo (
www.un.org/es/events/decolon...).
Actualmente el colonialismo militar ha sido desbancado por el de las
negociaciones económicas. Ahora para que una nación domine a otra no es
necesaria la ocupación militar. El ejemplo más claro es el nuestro, pues
vivimos maniatados a los designios de los estadunidenses mediante
tratados económicos que privilegian a sus trasnacionales en detrimento
de nuestra nación. Así se llevan nuestras riquezas y encima nos venden
los productos procesados de las mismas, principalmente en lo referente
al petróleo. También existe presencia de empresas canadienses en el
sector minero y de españolas en el sector de los hidrocarburos y la
generación eléctrica. La mayoría opera en nuestro territorio al amparo
de negociaciones que bajo tecnicismos legales violan nuestra soberanía
nacional.
El tema de la soberanía es parte del lenguaje político, y depende de
quien esté en el poder cómo se determina la política exterior. Un
ejemplo es el oscuro proceso legal sobre la francesa Florance Cassez,
acusada de secuestro, que tuvo un sentido durante las administraciones
panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón –tiempo en que la francesa fue
culpable y estuvo en prisión– y que bajo la administración de Enrique
Peña Nieto se le liberó mediante el fallo emitido a su favor por la
Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), tras la reapertura del
caso “ya juzgado” y su nueva revisión por considerarlo corrompido y
violatorio de derecho, en un viraje de la nueva administración en la
política exterior con Francia. Con el gobierno federal priísta se inicia
una nueva relación diplomática con el país galo, la cual parece ser más
tersa que nunca, pues aunque no se ha establecido una presión directa
del presidente Peña Nieto sobre nuestros “máximos procuradores de
justicia”, los franceses han elogiado a su gobierno: “Francia agradeció a
todos aquellos que en México, como en el país europeo, se
comprometieron para que la verdad y la justicia prevalezcan” (
http://jalisco.milenio.com/cdb/doc/... 2011/e13c1238ef76f2ccdab56abe1994b712).
La defensa de Cassez por el ahora expresidente Nicolas Sarkozy y por
el actual presidente francés, Françoise Hollande, pudo estar motivada
para ganar la preferencia de los franceses en periodos electorales, pero
más allá de eso, la acción de los dos gobernantes por defender los
intereses franceses “aunque sea a una criminal” pone de manifiesto que
un gobierno en cualquier circunstancia debe proteger lo que considera
suyo. Eso nos debe hacer reflexionar sobre el actuar de los gobiernos
mexicanos para defender la soberanía, ya sea en una persona, en una
negociación o sobre el territorio nacional.
En México celebramos la expulsión de los españoles del gobierno
mexicano cada 16 de septiembre, y en los ámbitos políticos se habla de
la soberanía nacional bajo cualquier pretexto y sin ningún propósito.
Escaramuzas esporádicas se generan cuando se recuerda el penacho de
Moctezuma que está en Austria, y se abre un debate sobre la pertinencia
de que el objeto sea devuelto a México, que cabe recordar fue un regalo
del emperador azteca Moctezuma Xocoyotzin a Hernán Cortés en el siglo
XVI. Asimismo, cada que un mexicano es baleado de este o del otro lado
de la frontera con Estados Unidos por la Border Patrol (patrulla
fronteriza) se genera controversia y nuestra diplomacia se toma la
molestia de gastar tinta en una carta que, en el mejor de los casos,
termina archivada en una oficina estadunidense; pero hasta ahí. Hace
décadas que los gobiernos mexicanos no toman en serio la soberanía
nacional en ningún aspecto. Hablando de imperialismo colonial, la
soberanía nacional y la nueva etapa diplomática entre Francia y México,
es pertinente retomar el caso de Clipperton, territorio insular en el
Pacífico, en el que, aunque parezca insólito, México sufre del
colonialismo de Francia. La isla de Clipperton o de la Pasión, como
también se le conoce, es un atolón –isla circular en forma de anillo con
una laguna en medio– de origen volcánico de 6 kilómetros de largo por 2
de ancho. Se encuentra a 1 mil 200 kilómetros del puerto de Acapulco y a
900 kilómetros de la isla mexicana Socorro y es, sin duda, un espacio
territorial que nos corresponde histórica, geográfica y jurídicamente,
como estableció Miguel González Avelar (1937-2011) en el libro
Clipperton, isla mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 1992.
Clipperton fue motivo de un juicio internacional de 20 años,
finalizado en 1931, cuando el rey Víctor Manuel III de Italia, en su
laudo arbitral, otorgó a Francia la soberanía de la isla (
www.sre.gob.mx/
images/stories/doctransparencia/docs/09/laudo.pdf). Éste fue un fallo
de conveniencia de acuerdo con sus intereses y no con los de la
justicia. Avelar revisó el marco jurídico y sociopolítico de la época en
que se realizó el juicio, así como aspectos históricos y cartográficos
que demuestran la pertenencia de la isla a México, al demostrar cómo el
rey italiano desvirtuó los elementos que sostienen nuestro derecho sobre
ese territorio desde que México, como sucesor de España, heredó en
razón de su independencia (ídem, páginas 11-14).
Si a lo anterior le agregamos lo establecido por la ONU sobre la
independencia de los países y pueblos coloniales, queda claramente
establecida la acción colonialista e imperial de Francia en un despojo
violatorio de nuestra soberanía que va totalmente en contra del deseo
del presidente Hollande de que “la justicia y la verdad prevalezcan”.
El interés francés por Clipperton se remonta a mediados del siglo
XIX, cuando Napoleón III decidió apoderarse de la isla para explotar
fosfato en sus depósitos de guano. El emperador no averiguó si aquel
territorio pertenecía a alguna nación y el 22 de noviembre de 1858 el
teniente del navío L’Amiral, Víctor Le Coat De Kerweguen, levantó un
acta de toma de posesión sobre la cubierta del barco, desde donde
observaba la isla, pues no pudo desembarcar en ésta. La explotación del
guano no prosperó y los franceses se olvidaron de Clipperton por 40 años
(ídem, páginas 20-21). En 1897 se expandió el rumor en Estados Unidos
de que Inglaterra intentaría apropiarse de la isla, los estadunidenses
respondieron que desde hacía varios años tenían presencia en ésta
mediante la Oceanic Phosphate Company (Compañía Oceánica de Fosfato) y
que era parte de su territorio (Archivo Histórico diplomático de la
Secretaría de Relaciones Exteriores, expediente Clipperton, L-E, 1726,
folios 6-6v, en Avelar, páginas 22-23), lo que renovó el interés de
Francia y puso en alerta al gobierno mexicano. Como consecuencia, el
general Porfirio Díaz envió una expedición para asegurar la soberanía de
la isla. Así, el 13 de diciembre de 1897 desembarcó en Clipperton la
tripulación del buque El Demócrata, y el comandante F Genesta izó
nuestro pabellón ante tres empleados de la compañía estadunidense, la
cual había otorgado los derechos sobre el guano a una empresa de
Inglaterra. La parte inglesa solicitó a México permiso para continuar
explotando la isla, mismo que la Secretaría de Relaciones Exteriores
(SRE) le otorgó el 18 de abril de 1898. A partir de entonces el gobierno
mexicano participó en la extracción del fosfato e hizo presencia en el
atolón. En 1905, por orden del general Díaz, el coronel Abelardo Dávalos
fue investido como prefecto político de la isla, cargo que pasó al
subteniente Ramón Arnaud. Este último estableció un faro y dirigió una
guarnición militar en la misma hasta su muerte, en 1915. Durante ese
tiempo, Francia envió a algunas embarcaciones a observar las operaciones
en el atolón (lo que certifica que no tenía presencia en la isla) y el
18 de enero de 1898 presentó a la cancillería mexicana un alegato
reclamando derechos sobre Clipperton. Estados Unidos y Gran Bretaña
declararon no tener derecho sobre la isla, por lo que solamente
quedarían enfrentados México y Francia, que llevaron el conflicto hasta
el tribunal internacional.
El argumento que Francia ha sostenido para arrebatarnos Clipperton se
basa en la suposición de que antes de ellos, en 1858, nadie había
tomado posesión de la isla, infundio que Avelar desmintió al mostrar que
Clipperton fue registrada en 1526 por el capitán Álvaro de Saavedra,
quien la llamó Médanos durante una expedición española para alcanzar
Moluco. Este primer registro funda la soberanía hispana sobre la isla en
el siglo XVI. Evidencia que fue presentada en el juicio, pero entonces
sólo se basaba en el testimonio de Francisco de Granado, escribano de la
Armada Española, quien menciona un avistamiento que fue relacionado a
Clipperton por la distancia y posición de los barcos (Juan Oyarzábal,
“Descubrimientos oceánicos. Capítulos de la historia de la marina de
guerra de España”, página 464, en Avelar, página 42), prueba que
confería la posesión a México y que Víctor Manuel III desestimó para
favorecer a Francia. Avelar encontró un testimonio de Vicente de
Nápoles, más amplio y claro sobre el descubrimiento de Saavedra, que
incluye coordenadas geográficas que coinciden con la ubicación de
Clipperton (Martín Fernández de Navarrete, “Colección de los viajes y
descubrimientos que hicieron los españoles”, en Avelar, página 43), que
entonces se llamaría Médanos y que después, en 1706, el pirata inglés
John Clipperton divulgaría su ubicación y le diera su nombre; o que en
1711, el francés Du Bogage hiciera lo propio y la nombrara la Isla de la
Pasión, mas nada invalida su pertenencia a México, pues se trató en
todo momento del mismo territorio. Además, Avelar trajo a la luz pruebas
históricas y cartográficas y de tratados comerciales internacionales
sobre los territorios insulares mexicanos, incluso llevados a cabo por
México con compañías francesas antes de 1858, evidencias que refuerzan
nuestra soberanía sobre la isla.
Si el general Díaz defendió la soberanía de la isla desde 1897 con el
envío del Demócrata y en 1905 dispuso un destacamento militar, ¿por qué
en 1909 su gobierno aceptó un arbitraje internacional donde pasaba de
soberano a litigante respecto a la posesión de Clipperton? Pacto que se
selló e inició en 1911. La respuesta es que ante su impopularidad y el
inminente estallido de la Revolución de 1910, Díaz empezó negociaciones
para su exilio en París, a través del entonces secretario de Hacienda,
José Yves Limantour. Cabe señalar que poco después de aceptado el
arbitraje, Limantour fue nombrado miembro de la Academia de Francia.
Beneficios personales de la cúpula gobernante antepuestos al interés de
la nación. No hay otra razón.
Clipperton figuró en el Artículo 42 de la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos como parte del territorio nacional hasta
1933, cuando se reformó el mismo y se estableció: “que segrega del
territorio nacional a la isla de Clipperton” (Diario de los Debates de
la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, XXXV Legislatura, 5 y
10 de octubre/22 de diciembre de 1933). Esta isla ha estado en la
conciencia de un sector de nuestra población y en el imaginario de
artistas, escritores e investigadores nacionales e internacionales. En
1946, Emilio Fernández dirigió la cinta La Isla de la Pasión; el general
Francisco L Urquizo publicó en 1954 un texto referente a la misma;
María Teresa Arnaud de Guzmán publicó La tragedia de Clipperton: la Isla
de la Pasión, Arguz, México, 1981; y la colombiana Laura Restrepo
escribió la novela La Isla de la Pasión, editorial Plantea, Bogotá,
1989, y Alfaguara, México, 2005; esta última, excelente obra que recrea
las vicisitudes de Ramón Arnaud, su familia y el destacamento militar
que dirigió en la isla hasta su trágica muerte. Y aunque Clipperton ha
desatado grandes pasiones, desde 1933 los gobiernos de la República
Mexicana han olvidado esa parte de nuestro territorio y la violación de
nuestra soberanía por parte de Francia, aun sin estar presente en la
misma, pues desde 1858 sólo se tiene registro de algunas incursiones de
los franceses: la primera entre 1966 y 1969 a bordo del buque
Bougainville (Pierre-Marie Niaussaut, Le lagon et l’atoll de Clipperton,
Academie des Sciences D‘Outre Mer, París, 1986, en Avelar, página 41).
Así como un documental de 1981 realizado por Jean Cousteau.
Tan ausente ha estado Francia en nuestra isla que, durante la Segunda
Guerra Mundial, la Armada de Estados Unidos estableció en ésta una base
militar. La autoridad francesa se enteró de eso años después, cuando
los estadunidenses evacuaban la isla (Jimmy Skaggs, Clipperton. A
history of the island the world forgot, Walter Publishing Company,
United States of America, 1989, en Avelar, página 40). Este hecho nos
habla de la importancia estratégica de Clipperton para México y del
riesgo de que esté en poder de los franceses. Desde la década de 1960,
Francia ha considerado usar el atolón para pruebas nucleares o como
basurero de la misma especie. Afortunadamente no ha podido realizar
ninguna de sus peregrinas ideas, más que por la oposición de México, por
la de Estados Unidos y por las características hostiles de la isla.
Es una responsabilidad ineludible del gobierno mexicano iniciar un
proceso para que la soberanía de Clipperton vuelva a México. Nuestra
nación debe tener acceso a los recursos naturales de la isla, a los de
sus inmediaciones en el fondo marino (minerales), debe investigar y
proteger el patrimonio cultural sumergido (pecios) en su arrecife y
explotar libremente los recursos pesqueros de sus aguas inmediatas. En
2005, la embarcación mexicana Arkos I Chiapas fue detenida y confiscados
sus bienes por un buque francés bajo el argumento de que realizaba
actividades pesqueras en aguas de su jurisdicción. En 2008, los
senadores Sebastián Calderón Centeno y Luis Alberto Coppola, del Partido
Acción Nacional, denunciaron que en 2007 el gobierno de Felipe
Calderón, tras un conflicto diplomático con Francia por la detención del
Arkos I Chiapas, concedió en negociaciones secretas a la nación gala
“derechos sobre el mar que rodea la isla” a cambio de que Francia
expidiera licencias de pesca gratuitas a embarcaciones mexicanas. Esto
llevó a las partes a esgrimir puntos de la Convención de las Naciones
Unidas sobre el Derecho del Mar (
www.un.org/Depts/los/convent...)
respecto a la explotación de las aguas y el subsuelo adyacente a sus
territorios: México sostuvo que una isla deshabitada no genera zona de
exclusividad marina, debido a que Clipperton no tiene presencia
francesa; y Francia aseguró que cualquier territorio, habitado o no, sí
la genera (
www.cronica.com.mx/nota.php?id_
nota=402399). Discusión oprobiosa para México por parte de ambos
senadores, ya que al pretender defender nuestra soberanía sobre las
aguas marítimas que rodean Clipperton aceptaron la soberanía de Francia
sobre el atolón, posición apoyada por la senadora priísta Rosario Green.
Cabe entonces hacer un llamado a nuestros legisladores para que antes
de intentar defender los derechos de México, primero se informen
abundante y detalladamente sobre el tema y así eviten ratificar con sus
acciones violaciones a nuestra soberanía.
Clipperton es sin duda parte de nuestro territorio. Francia, con su
postura colonialista al sostener la posesión de la isla, viola nuestra
soberanía y contraviene los postulados de la ONU. Es imprescindible que
el presidente Enrique Peña Nieto y los legisladores de todas las
fracciones, a través de la SRE, inicien un proceso de apelación del
laudo arbitral de 1931, y que desde la sociedad civil impulsemos y
apoyemos la iniciativa, pues el actuar de Francia nos ofende
profundamente. Se debe de llevar a un nuevo juicio las evidencias que
refuerzan la pertenencia de la Isla de la Pasión a México, ya que es un
espacio estratégico para nuestra seguridad nacional y para el acceso a
recursos naturales y culturales, pero principalmente porque geográfica,
histórica y jurídicamente nos pertenece y nos fue arrebatada en un
juicio corrompido y violatorio de derecho, y qué mejor momento de
hacerlo que ahora que México accedió a la reapertura del juicio de
Cassez, considerado injusto por la parte francesa.
*Maestro en ciencias; arqueólogo subacuático; diseñador gráfico; integrante del taller Madre Crónica